lunes, 29 de octubre de 2018
lunes, 15 de octubre de 2018
pan de bruja
PAN DE BRUJA
La Srta. Martha Meacham se quedó con la pequeña panadería de la esquina (esa que cuando abres la puerta tintinea la campanilla). Cuarentona, y con una cuenta corriente pendiente de un crédito de dos mil dólares, tenía dos dientes falsos y un corazón compasivo.Dos o tres veces por semana, acudía a su panadería un joven por el que tomó interés. Un hombre de mediana edad, con gafas y barba cuidada. De fuerte acento alemán, su ropa se notaba raída en puntos muy concretos, aunque era aseado y muy educado .Siempre compraba dos panecillos del día anterior. El del día costaba dos centavos la pieza pero por dos centavos conseguía 5 del día anterior. Jamás pedía otra cosa que pan rancio.
A menudo, cuando la señorita Martha se sentaba a tomar el té, se acordaba del joven, deseando compartir con él su comida; compartir algo más que pan del día anterior. Había llegado a la conclusión de que era un artista. Lo supo el día en que entró a pedir -como siempre- dos panecillos del día anterior y al recaer su vista sobre una de las baldas del fondo, le hizo un comentario sobre el cuadro con una estampa veneciana que había arrumbado en una de ellas. ¡Como le brillaban los ojos a través de las gafas! Tan a menudo el genio tiene que luchar tanto hasta que se le reconozca... pensaba.
Él seguía acudiendo, pero siempre a comprar pan del día anterior, jamás un bollo o un pastel del día; nada. Ninguna de las delicias que ella solía preparar.
En la trastienda, junto a la masa de hornear, Martha prepara un compuesto a base de bórax, membrillo y semillas; un potingue muy eficaz que aseguran da lustre al rostro. Y también ha cambiado su antiguo e insulso delantal marrón de sarga, por uno primoroso y azul, bordado a mano. ¡Algo tiene que hacer! No puede consentir que alguien con su talento -obviamente- jamás pruebe un panecillo o algo mejor que pan del día anterior. Pero sabe lo orgullosos que son los artistas, por eso piensa que le ofendería regalándole algo además de su compra habitual. No se siente capaz de hacerlo cara a cara. Pero ¿qué otra cosa puede hacer?
Al poco rato entra su cliente, como de costumbre a pedir el pan habitual. Martha ha salido de la trastienda con su delantal azul. Justo en ese momento un estruendo en la calle procedente de un coche de bomberos le hace a él volver la cabeza y acercarse hasta la puerta. El momento idóneo.
En el estante inferior detrás del mostrador Martha ha dejado una libra de mantequilla que trajo el lechero hace apenas diez minutos. Agarra el cuchillo y hace un corte a lo largo del panecillo, unta gran cantidad de mantequilla y vuelve a unir con fuerza las dos mitades para que no se note el corte. Para cuando él vuelve a mirarla, ella ya está envolviéndolo en papel. Iba apresurado, apenas pudieron cruzar unas palabras. Quizás en otra ocasión.
¿Se lo tomaría como una ofensa?, ¿pensaría que era una descarada? No, seguramente no, la mantequilla nunca ha sido demérito para una señorita.
Cuantas veces a lo largo del día siguiente dio vueltas ésa idea en su cabeza. Se sonrojaba sólo de pensarlo.
La campanita de la puerta sonó violentamente. Alguien entraba formando un escándalo. La señorita Martha acudió corriendo. Había dos hombres, uno era un joven fumando en pipa, un hombre al que jamás había visto, y el otro... su artista.
Su cara estaba roja de ira, el sombrero de medio lado y el pelo alborotado. De un golpe dejó las dos monedas bruscamente sobre el mostrador y miro fieramente a la señorita Martha.
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-"_Dummkopf_!" - Soltó, y a continuación: "_Tausendonfer_!"- o algo parecido, y en verdad malsonante. -Me ha fastidiado pero bien, ¡estúpida metomentodo!- dijo con los ojos saliéndosele por encima de las gafas.
La señorita Martha retrocedió hacia las baldas de la pared sin saber qué decir, mientras se agarraba al delantal.
-Oh, vamos, ya basta - dijo el otro hombre sacándole de la tienda a trompicones -Tenía que haberle avisado, señora -dijo al regresar- Es delineante. Trabaja en mi misma oficina. Lleva trabajando tres meses en un proyecto diseñando un recinto para el Ayuntamiento. Se presentaba a concurso. Acabó de pasarlo a tinta ayer. Ya sabe... los delineantes primero lo hacen a lápiz... Y cuando había acabado, fue a borrar con la miga de pan rancio, es mejor que ninguna goma de borrar, ¿sabe? Sólo usted lo tiene rancio, por eso lo compra aquí. Pero la mantequilla... ya sabe, es buena para todo excepto para proyectos de arquitectura.
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La señorita Martha regresó a la trastienda. Se quitó el delantal azul, se encasquetó definitivamente el viejo marrón y lanzó por la ventana su potingue embellecedor.
jueves, 4 de octubre de 2018
Los gatos de Ulthar
[Cuento - Texto completo.]
H. P. Lovecraft
Se dice que en Ulthar, que se encuentra más allá del río Skai, ningún hombre puede matar a un gato; y ciertamente lo puedo creer mientras contemplo a aquel que descansa ronroneando frente al fuego. Porque el gato es críptico, y cercano a aquellas cosas extrañas que el hombre no puede ver. Es el alma del antiguo Egipto, y el portador de historias de ciudades olvidadas en Meroe y Ophir. Es pariente de los señores de la selva, y heredero de los secretos de la remota y siniestra África. La Esfinge es su prima, y él habla su idioma; pero es más antiguo que la Esfinge y recuerda aquello que ella ha olvidado.
En Ulthar, antes de que los ciudadanos prohibieran la matanza de los gatos, vivía un viejo campesino y su esposa, quienes se deleitaban en atrapar y asesinar a los gatos de los vecinos. Por qué lo hacían, no lo sé; excepto que muchos odian la voz del gato en la noche, y les parece mal que los gatos corran furtivamente por patios y jardines al atardecer. Pero cualquiera fuera la razón, este viejo y su mujer se deleitaban atrapando y matando a cada gato que se acercara a su cabaña; y, a partir de los ruidos que se escuchaban después de anochecer, varios lugareños imaginaban que la manera de asesinarlos era extremadamente peculiar. Pero los aldeanos no discutían estas cosas con el viejo y su mujer; debido a la expresión habitual de sus marchitos rostros, y porque su cabaña era tan pequeña y estaba tan oscuramente escondida bajo unos desparramados robles en un descuidado patio trasero. La verdad era, que por más que los dueños de los gatos odiaran a estas extrañas personas, les temían más; y, en vez de confrontarlos como asesinos brutales, solamente tenían cuidado de que ninguna mascota o ratonero apreciado, fuera a desviarse hacia la remota cabaña, bajo los oscuros árboles. Cuando por algún inevitable descuido algún gato era perdido de vista, y se escuchaban ruidos después del anochecer, el perdedor se lamentaría impotente; o se consolaría agradeciendo al Destino que no era uno de sus hijos el que de esa manera había desaparecido. Pues la gente de Ulthar era simple, y no sabía de dónde vinieron todos los gatos.
Un día, una caravana de extraños peregrinos procedentes del Sur entró a las estrechas y empedradas calles de Ulthar. Oscuros eran aquellos peregrinos, y diferentes a los otros vagabundos que pasaban por la ciudad dos veces al año. En el mercado vieron la fortuna a cambio de plata, y compraron alegres cuentas a los mercaderes. Cuál era la tierra de estos peregrinos, nadie podía decirlo; pero se les vio entregados a extrañas oraciones, y que habían pintado en los costados de sus carros extrañas figuras, de cuerpos humanos con cabezas de gatos, águilas, carneros y leones. Y el líder de la caravana llevaba un tocado con dos cuernos, y un curioso disco entre los cuernos.
En esta singular caravana había un niño pequeño sin padre ni madre, sino con sólo un gatito negro a quien cuidar. La plaga no había sido generosa con él, mas le había dejado esta pequeña y peluda cosa para mitigar su dolor; y cuando uno es muy joven, uno puede encontrar un gran alivio en las vivaces travesuras de un gatito negro. De esta forma, el niño, al que la gente oscura llamaba Menes, sonreía más frecuentemente de lo que lloraba mientras se sentaba jugando con su gracioso gatito en los escalones de un carro pintado de manera extraña.
Durante la tercera mañana de estadía de los peregrinos en Ulthar, Menes no pudo encontrar a su gatito; y mientras sollozaba en voz alta en el mercado, ciertos aldeanos le contaron del viejo y su mujer, y de los ruidos escuchados por la noche. Y al escuchar esto, sus sollozos dieron paso a la reflexión, y finalmente a la oración. Estiró sus brazos hacia el sol y rezó en un idioma que ningún aldeano pudo entender; aunque no se esforzaron mucho en hacerlo, pues su atención fue absorbida por el cielo y por las formas extrañas que las nubes estaban asumiendo. Esto era muy peculiar, pues mientras el pequeño niño pronunciaba su petición, parecían formarse arriba las figuras sombrías y nebulosas de cosas exóticas; de criaturas híbridas coronadas con discos de costados astados. La naturaleza está llena de ilusiones como esa para impresionar al imaginativo.
Aquella noche los errantes dejaron Ulthar, y no fueron vistos nunca más. Y los dueños de casa se preocuparon al darse cuenta de que en toda la villa no había ningún gato. De cada hogar el gato familiar había desaparecido; los gatos pequeños y los grandes, negros, grises, rayados, amarillos y blancos. Kranon el Anciano, el burgomaestre, juró que la gente siniestra se había llevado a los gatos como venganza por la muerte del gatito de Menes, y maldijo a la caravana y al pequeño niño. Pero Nith, el enjuto notario, declaró que el viejo campesino y su esposa eran probablemente los más sospechosos; pues su odio por los gatos era notorio y, con creces, descarado. Pese a esto, nadie osó quejarse ante la dupla siniestra, a pesar de que Atal, el hijo del posadero, juró que había visto a todos los gatos de Ulthar al atardecer en aquel patio maldito bajo los árboles. Caminaban en círculos lenta y solemnemente alrededor de la cabaña, dos en una línea, como realizando algún rito de las bestias, del que nada se ha oído. Los aldeanos no supieron cuánto creer de un niño tan pequeño; y aunque temían que el malvado par había hechizado a los gatos hacia su muerte, preferían no confrontar al viejo campesino hasta encontrárselo afuera de su oscuro y repelente patio.
De este modo Ulthar se durmió en un infructuoso enfado; y cuando la gente despertó al amanecer ¡he aquí que cada gato estaba de vuelta en su acostumbrado fogón! Grandes y pequeños, negros, grises, rayados, amarillos y blancos, ninguno faltaba. Aparecieron muy brillantes y gordos, y sonoros con ronroneante satisfacción. Los ciudadanos comentaban unos con otros sobre el suceso, y se maravillaban no poco. Kranon el Anciano nuevamente insistió en que era la gente siniestra quien se los había llevado, puesto que los gatos no volvían con vida de la cabaña del viejo y su mujer. Pero todos estuvieron de acuerdo en una cosa: que la negativa de todos los gatos a comer sus porciones de carne o a beber de sus platillos de leche era extremadamente curiosa. Y durante dos días enteros los gatos de Ulthar, brillantes y lánguidos, no tocaron su comida, sino que solamente dormitaron ante el fuego o bajo el sol.
Pasó una semana entera antes de que los aldeanos notaran que, en la cabaña bajo los árboles, no se prendían luces al atardecer. Luego, el enjuto Nith recalcó que nadie había visto al viejo y a su mujer desde la noche en que los gatos estuvieron fuera. La semana siguiente, el burgomaestre decidió vencer sus miedos y llamar a la silenciosa morada, como un asunto del deber, aunque fue cuidadoso de llevar consigo, como testigos, a Shang, el herrero, y a Thul, el cortador de piedras. Y cuando hubieron echado abajo la frágil puerta sólo encontraron lo siguiente: dos esqueletos humanos limpiamente descarnados sobre el suelo de tierra, y una variedad de singulares insectos arrastrándose por las esquinas sombrías.
Posteriormente hubo mucho que comentar entre los ciudadanos de Ulthar. Zath, el forense, discutió largamente con Nith, el enjuto notario; y Kranon y Shang y Thul fueron abrumados con preguntas. Incluso el pequeño Atal, el hijo del posadero, fue detenidamente interrogado y, como recompensa, le dieron una fruta confitada. Hablaron del viejo campesino y su esposa, de la caravana de siniestros peregrinos, del pequeño Menes y de su gatito negro, de la oración de Menes y del cielo durante aquella plegaria, de los actos de los gatos la noche en que se fue la caravana, o de lo que luego se encontró en la cabaña bajo los árboles, en aquel repugnante patio.
Y, finalmente, los ciudadanos aprobaron aquella extraordinaria ley, la que es referida por los mercaderes en Hatheg y discutida por los viajeros en Nir, a saber, que en Ulthar ningún hombre puede matar a un gato.
GLOSARIO
Furtivamente:
De manera oculta o sin ser visto o percibido.
Peculiar:
Que es propio y singular de una persona, animal o cosa.
Mitigar:
Atenuar o suavizar una cosa negativa, especialmente una enfermedad
Burgomaestre:
Primera autoridad municipal de algunas ciudades alemanas, holandesas, suizas,
etc., con funciones análogas a las de los alcaldes de otros países.
Enjuto:
[lugar, terreno] Que tiene poca agua o carece de ella.
Infructuoso:
Que no es de utilidad ni produce buenos resultados.
Beatriz, la polución
[Cuento - Texto completo.]
Mario Benedetti
Dijo el tío Rolando que esta ciudad se está poniendo imbancable de tanta polución que tiene. Yo no dije nada para no quedar como burra pero de toda la frase sólo entendí la palabra ciudad. Después fui al diccionario y busqué la palabra imbancable y no está. El domingo, cuando fui a visitar al abuelo le pregunté qué quería decir imbancable y él se ríó y me explicó con buenos modos que quería decir insoportable. Ahí sí comprendí el significado porque Graciela, o sea mi mami, me dice algunas veces, o más bien casi todos los días, por favor Beatriz por favor a veces te pones verdaderamente insoportable. Precisamente ese mismo domingo a la tarde me lo dijo, aunque esta vez repitió tres veces por favor por favor por favor Beatriz a veces te pones verdaderamente insoportable, y yo muy serena, habrás querido decir que estoy imbancable, y a ella le hizo gracia, aunque no demasiada pero me quitó la penitencia y eso fue muy importante. La otra palabra, polución, es bastante más difícil. Esa sí está en el diccionario. Dice, polución: efusión de semen. Qué será efusión y qué será semen. Busqué efusión y dice: derramamiento de un líquido. También me fijé en semen y dice: semilla, simiente, líquido que sirve para la reproducción. O sea que lo que dijo el tío Rolando quiere decir esto: esta ciudad se está poniendo insoportable de tanto derramamiento de semen. Tampoco entendí, así que la primera vez que me encontré con Rosita mi amiga, le dije mi grave problema y todo lo que decía el diccionario. Y ella: tengo la impresión de que semen es una palabra sensual, pero no sé qué quiere decir. Entonces me prometió que lo consultaría con su prima Sandra, porque es mayor y en su escuela dan clase de educación sensual. El jueves vino a verme muy misteriosa, yo la conozco bien cuando tiene un misterio se le arruga la nariz, y como en la casa estaba Graciela, esperó con muchísima paciencia que se fuera a la cocina a preparar las milanesas, para decirme, ya averigüé, semen es una cosa que tienen los hombres grandes, no los niños, y yo, entonces nosotras todavía no tenemos semen, y ella, no seas bruta, ni ahora ni nunca, semen sólo tienen los hombres cuando son viejos como mi padre o tu papi el que está preso, las niñas no tenemos semen ni siquiera cuando seamos abuelas, y yo, qué raro eh, y ella, Sandra dice que todos los niños y las niñas venimos del semen porque este liquido tiene bichitos que se llaman espermatozoides y Sandra estaba contenta porque en la clase había aprendido que espermatozoide se escribe con zeta. Cuando se fue Rosita yo me quedé pensando y me pareció que el tío Rolando quizá había querido decir que la ciudad estaba insoportable de tantos espermatozoides (con zeta) que tenía. Así que fui otra vez a lo del abuelo, porque él siempre me entiende y me ayuda aunque no exageradamente, y cuando le conté lo que había dicho tío Rolando y le pregunté si era cierto que la ciudad estaba poniéndose imbancable porque tenía muchos espermatozoides, al abuelo le vino una risa tan grande que casi se ahoga y tuve que traerle un vaso de agua y se puso bien colorado y a mí me dio miedo de que le diera un patatús y conmigo solita en una situación tan espantosa. Por suerte de a poco se fue calmando y cuando pudo hablar me dijo, entre tos y tos, que lo que tío Rolando había dicho se refería a la contaminación atmosférica. Yo me sentí más bruta todavía, pero enseguida él me explicó que la atmósfera era el aire, y como en esta ciudad hay muchas fábricas y automóviles todo ese humo ensucia el aire o sea la atmósfera y eso es la maldita polución y no el semen que dice el diccionario, y no tendríamos que respirarla pero como si no respiramos igualito nos morimos, no tenemos más remedio que respirar toda esa porquería. Yo le dije al abuelo que ahora sacaba la cuenta que mi papá tenía entonces una ventajita allá donde está preso porque en ese lugar no hay muchas fábricas y tampoco hay muchos automóviles porque los familiares de los presos políticos son pobres y no tienen automóviles. Y el abuelo dijo que sí, que yo tenía mucha razón, y que siempre había que encontrarle el lado bueno a las cosas. Entonces yo le di un beso muy grande y la barba me pinchó más que otras veces y me fui corriendo a buscar a Rosita y como en su casa estaba la mami de ella que se llama Asunción, igualito que la capital de Paraguay, esperamos las dos con mucha paciencia hasta que por fin se fue a regar las plantas y entonces yo muy misteriosa, vas a decirle de mi parte a tu prima Sandra que ella es mucho más burra que vos y que yo, porque ahora sí lo averigüé todo y nosotras no venimos del semen sino de la atmósfera.
FIN
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Para Ben Carson: Hola, buenas tardes, me llamo Hermione y es un gran placer saludarlo. Soy una alumna de segundo de secundaria y ...
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